Embeleco
El tambor gemía en un ritmo irritante manteniendo el tiempo entre golpe y golpe, el círculo vicioso provocado por aquel estruendo era: Euforia, hastío, alcohol, cigarro y vuelve a empezar.
El tambor gemía en un ritmo irritante manteniendo el tiempo entre golpe y golpe, el círculo vicioso provocado por aquel estruendo era: Euforia, hastío, alcohol, cigarro y vuelve a empezar.
- . ¿Un problema? Dijo mirando taciturno su pie aplastando la colilla del cigarro, por su boca escapaba el humo prisionero hacia ningún lugar.
Se descubrió acariciando aquel emblema sin mirarlo, lo encontró punzante y acusador. Recordó los sollozos de su madre pidiéndole que parara, la arenga de sus amigos golpeando la mesa para que no bajase el brazo, la frase lapidaria de su ex novia rebosante de resignación -. Para, ¡por favor!, las discusiones de grupo, la experiencia espiritual y el libro grande. Se lo arrancó dejando una herida sangrehilachenta en la camisa. Lo miró detenidamente, era de color azul y tenia la inscripción “AA” en letra mayúscula.
Se descubrió acariciando aquel emblema sin mirarlo, lo encontró punzante y acusador. Recordó los sollozos de su madre pidiéndole que parara, la arenga de sus amigos golpeando la mesa para que no bajase el brazo, la frase lapidaria de su ex novia rebosante de resignación -. Para, ¡por favor!, las discusiones de grupo, la experiencia espiritual y el libro grande. Se lo arrancó dejando una herida sangrehilachenta en la camisa. Lo miró detenidamente, era de color azul y tenia la inscripción “AA” en letra mayúscula.
-. Bill, eres un fracasado y un débil, ¡yo soy quien lo domina! Habló increpando al diminuto artefacto.
Con la botella en una mano y la chapita azul bien apretada en la otra, corrió decididamente hacia el Neptuno, con dificultad se subió en sus hombros y la lanzó con todas sus fuerzas haciala multitud, levantó los brazos al cielo y bebió un trago largo sintiendo el ardor en la garganta, luego el fuego en el vientre. A su alrededor todos gritaban por el osado sobre la estatua. Cuando se separó de aquel fogoso largo beso gritó.
.- ¡Esto es miel!... Y después todo se le fue a negro.
Ponzoña
Las 6:00 AM, la alarma sonaría de un momento a otro, ya estaba despierto, su temblorosa mano derecha había logrado lo que ningún artefacto sonoro pudo completar durante toda una vida de responsabilidades. Su mano izquierda tanteaba el velador buscando su cajetilla de cigarros. Sentado en la cama, dormitando aun, lo aspiraba con cansancio. El lugar era un desastre, pero el tiempo lo había ayudado a acostumbrarse. Con un movimiento repentino y rápido, imposible para alguien que todavía baila con Morfeo, busco debajo del colchón una botella de Vodka. Se sentó en la cama cerró los ojos, como todos los días, para derramar el combustible en esa desgastada maquinaria vieja, a la que le exigiría un día más. La garganta ya no le ardía, había olvidado cuando dejo de hacerlo, pero el fuego siempre estaba allí y el ya se había resignando hace años a convivir con la sensación en el vientre. Le ordeno al brazo que bajara la botella, pero este no respondió. El licor caía por la boca, mentón, cuello y alfombra. Esto algún día le iba a pasar, era la sima, recordó el libro y la historia de Bill. Cayó en la alfombra de rodillas con la frente en el piso, dejando escapar la botella de su mano, esta vez no corrió, solo susurro.
Ponzoña
Las 6:00 AM, la alarma sonaría de un momento a otro, ya estaba despierto, su temblorosa mano derecha había logrado lo que ningún artefacto sonoro pudo completar durante toda una vida de responsabilidades. Su mano izquierda tanteaba el velador buscando su cajetilla de cigarros. Sentado en la cama, dormitando aun, lo aspiraba con cansancio. El lugar era un desastre, pero el tiempo lo había ayudado a acostumbrarse. Con un movimiento repentino y rápido, imposible para alguien que todavía baila con Morfeo, busco debajo del colchón una botella de Vodka. Se sentó en la cama cerró los ojos, como todos los días, para derramar el combustible en esa desgastada maquinaria vieja, a la que le exigiría un día más. La garganta ya no le ardía, había olvidado cuando dejo de hacerlo, pero el fuego siempre estaba allí y el ya se había resignando hace años a convivir con la sensación en el vientre. Le ordeno al brazo que bajara la botella, pero este no respondió. El licor caía por la boca, mentón, cuello y alfombra. Esto algún día le iba a pasar, era la sima, recordó el libro y la historia de Bill. Cayó en la alfombra de rodillas con la frente en el piso, dejando escapar la botella de su mano, esta vez no corrió, solo susurro.
.- Esto es hiel… pero esta vez todo se le fue a blanco.
